Lo que creemos que sabemos y lo que no sabemos: perspectivas sobre la confianza en las noticias en un mundo cambiante
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La confianza en las noticias se ha erosionado en todo el mundo. Según el Digital News Report 2020 del Instituto Reuters, que cubre 40 mercados, menos de cuatro de cada diez personas (un 38%) dicen que normalmente confían en la mayoría de las noticias (Newman y otros, 2020).
En muchos lugares, incluidos Brasil y el Reino Unido (Fletcher, 2020), la confianza ha tenido caídas de dos dígitos en años recientes. Y en otros países, las tendencias generales más estables ocultan brechas partidistas marcadas y crecientes (por ejemplo, ver Jurkowitz y otros, 2020).
¿Por qué se erosiona la confianza? ¿Cómo se desarrolla en contextos distintos y en diferentes grupos? ¿Cuáles son las consecuencias y qué se podría hacer al respecto? Esas son las preguntas sobre las que se organiza nuestro proyecto Trust in News (“confianza en las noticias”).
Este informe es el primero de varios que publicaremos al respecto durante los próximos tres años. Al implicar la confianza una relación entre quien la recibe y quien la deposita, nos concentraremos principalmente en las audiencias y su forma de pensar sobre la confianza, pero comenzamos el proyecto planteando qué piensan quienes estudian al periodismo y quienes lo ejercen.
Queremos tomar en cuenta sus experiencias y que nuestra investigación se preocupe por cómo los periodistas profesionales y medios de comunicación afrontan el asunto de la confianza, con el fin de que les sea más útil en su trabajo.
Combinando una amplia revisión de las investigaciones existentes sobre la confianza en las noticias (entre ellas, cerca de 200 publicaciones interdisciplinarias) y entrevistas originales (incluidas 82 con periodistas y otros profesionales de varios países), ofrecemos un resumen sobre qué se sabe y qué no, qué factores contribuyen a esas tendencias y cómo los medios procuran abordarlas en entornos digitales cada vez más competitivos.
La confianza no es una preocupación abstracta, sino que forma parte de los cimientos sociales del periodismo como profesión, de las noticias como institución y de los medios como negocio. Es algo importante y peligroso, tanto para el público como para los medios. Es importante para el público porque poder confiar en las noticias ayuda a desenvolverse y relacionarse con el mundo, pero peligroso porque no todo es igualmente confiable. Y es importante para los medios porque la profesión se apoya en la confianza, pero peligroso porque puede ser elusiva y resulta difícil de recuperar cuando se pierde.
Si “la confianza es la moneda del éxito”, como ha sostenido la Asociación Mundial de Medios WAN-IFRA (Tjaardstra, 2017), entonces: ¿cómo se gana y qué puede comprar esa moneda? Para quienes buscan recuperarla o retenerla, no basta con hacer cosas que meramente parezcan buenas o que le hagan a uno sentirse bien. Esas cosas deben funcionar: si no, corren el riesgo de no cambiar nada o, peor, de ser contraproducentes. Pero incluso cuando funcionan, muchas de las acciones destinadas a incrementar la confianza en las noticias rigurosas y fiables pueden venir con un costo.
Nuestro objetivo con este proyecto es recolectar evidencias aprovechables, de modo que periodistas y medios puedan tomar decisiones bien fundadas para abordar mejor las inquietudes relacionadas con la erosión de la confianza.
Por qué importa la confianza en las noticias
Parte del creciente escepticismo en torno a las noticias bien puede ser una consecuencia natural de un ecosistema mediático cada vez más plural (Schudson, 2019; Waisbord, 2018). Sin embargo, en un mundo donde muchos medios (pese a sus imperfecciones) siguen siendo la fuente independiente más fiable para la información accesible, oportuna y relevante sobre asuntos públicos, la confianza menguante puede ser una barrera significativa para los ciudadanos que procuran tomar decisiones bien fundadas y que los poderosos rindan cuentas.
En muchos países, sobre todo del Sur global, grandes cantidades de personas dicen sentir preocupación sobre su capacidad de discernir qué es real y qué no en el mundo online (Newman y otros, 2020). Y si bien la mayoría responsabiliza a las plataformas y a los políticos por contribuir a esos problemas, hay quienes también señalan a los periodistas como la fuente de desinformación que más les inquieta (Newman y otros, 2020).
Algunos de los motivos más convincentes para preocuparse por la confianza en las noticias son los que escuchamos en los últimos meses, en entrevistas con periodistas y ejecutivos de una amplia variedad de medios. Esas razones incluyen consideraciones comerciales prácticas, dado que los modelos de negocios de muchos medios dependen más que nunca del ingreso directo desde la audiencia (mediante suscripciones, membresías, donaciones y demás), pero muchos también enfatizaron las consecuencias para el periodismo.
La confianza tiene un impacto en todo: desde el acceso a las fuentes (donde se trata de un asunto “sacrosanto”, en palabras de un experimentado reportero de un periódico británico) hasta la seguridad de los periodistas (ver Beaumont, 2020), pasando por el impacto público de la cobertura sobre corrupción y otras actividades ilícitas.
“Si un perro ladra pero a nadie le importa, ¿de qué sirve?”
Margaret Sullivan, columnista de medios en el Washington Post, EEUU
Nuestro foco
Nos enfocamos en el entorno mediático de cuatro democracias: Brasil, India, el Reino Unido y Estados Unidos. Estos países abarcan tanto el Sur global como el Norte, con un rango de heterogeneidad cultural y prácticas políticas que varían en cuanto a tendencias partidarias y populistas.
Para nuestros propósitos, una de las diferencias más importantes entre estos países radica en cómo las audiencias han integrado prácticas digitales y en redes sociales en su consumo de noticias.
Si bien redes sociales públicas como Facebook y Twitter se han transformado rápidamente en conductos clave de información en las democracias alrededor del mundo, muchos de nuestros entrevistados señalaron la popularidad de servicios de mensajería encriptada como WhatsApp, específicamente en Brasil e India, lo cual se ha combinado con un déficit de alfabetización digital para transformarse en un caldo de cultivo para la desinformación (Chakrabarti y otros, 2018).
Como nos dijo Irineu Machado, jefe de distribución de contenidos de UOL en Brasil, cada vez más las audiencias “desconfían de las organizaciones que tradicionalmente” cubren noticias y “desconfían de la información en general”, y algunos dependen no sólo de las redes sociales sino también de grupos privados y aplicaciones de mensajería.
Las entrevistas que hicimos incluyeron periodistas de los principales medios de cada uno de los cuatro países mencionados y voces adicionales de quienes se dedican a analizar los desafíos del entorno informativo, tanto dentro como fuera de las redacciones.
Dada la sensibilidad del tema, alrededor de un tercio pidió ocultar su identidad; no obstante, todos aportaron conocimientos sustanciales que moldearon nuestra forma de pensar. Donde ha sido posible incluimos citas de nuestras entrevistas, pero vale la pena mencionar que a veces profesionales experimentados tienen visiones diferentes o hasta contrapuestas sobre la confianza y cómo funciona. Y a veces esas visiones aún carecen de respaldo o incluso son contrarias a lo que nos dice la evidencia científica.
Nuestro objetivo es representar fielmente las perspectivas que escuchamos, aun cuando se plantean divergencias o cuando sólo están parcialmente alineadas con las investigaciones existentes.
Este informe está dividido en dos secciones principales. Primero resumimos lecciones importantes extraídas de las investigaciones existentes y opiniones de profesionales en relación con la confianza en las noticias. Segundo, identificamos preguntas relevantes que esperamos sean una guía para nuestro proyecto en los años que vienen. A continuación ofrecemos una síntesis de los puntos clave de ambas secciones.
Puntos clave
- No hay un único problema relacionado con “la confianza en las noticias”, sino que existen desafíos múltiples que involucran la provisión y la demanda de información. Distintos segmentos del público, así como los periodistas y académicos, mantienen creencias diferentes respecto de cómo funciona el periodismo, y posturas algunas veces contrarias sobre qué espera cada uno del periodismo. Por lo tanto, quienes pretenden abordar estas cuestiones necesitan ser específicos en cuanto a su objetivo estratégico e idealmente deben basar su trabajo en evidencia de apoyo, porque las iniciativas que funcionan con una parte del público pueden no funcionar con otras.
- Muchos académicos y profesionales del periodismo han diagnosticado en la producción de noticias ciertos problemas que pueden contribuir a la falta de confianza. Sin embargo, se sabe mucho menos sobre los efectos cambiantes de las prácticas de distribución (especialmente el papel relevante que desempeñan las plataformas) aunque es probable que tengan un papel importante. Varios entrevistados temen que las plataformas socavan la confianza del público en las noticias, aunque esas plataformas también ayudan a que la gente halle las noticias. Mejorar los estándares y las prácticas periodísticas puede tener un impacto nulo en la confianza si esos esfuerzos no son visibles para una audiencia que se topa con las noticias sólo fugazmente en las redes sociales.
- Iniciativas internas y externas dirigidas a la transparencia, la conexión con el público y la educación mediática lucen prometedoras, pero permanece brumosa la evidencia empírica sobre qué funciona, con quiénes y en qué circunstancias. Las investigaciones a menudo han estado desconectadas de la práctica profesional, y demasiado enfocadas en un puñado de países. Existe un riesgo considerable de hacer cosas que parezcan y/o se sientan buenas o de imitar a otros sin evidencias suficientes, lo cual puede conducir a un esfuerzo desperdiciado, en el mejor de los casos, y en el peor, a resultados contraproducentes.
- Los esfuerzos para mejorar la confianza pueden ser muy importantes pero acarrean costos en sociedades divididas y polarizadas, y además pueden no corresponderse con otras prioridades, como pedir cuentas a quienes ejercen el poder. Combatir preconceptos arraigados sobre cómo funcionan las noticias (perpetuados estratégicamente por líderes políticos o traspasados de una generación a otra en ciertas comunidades) implica tomar decisiones que probablemente alejen a una parte de la audiencia más que a otras.
Publicado por el Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo.
Este informe se puede reproducir bajo la licencia Creative Commons CC BY. Para más información, por favor consulte este enlace.