Noticias para los poderosos y los privilegiados: cómo la poca y la mala representación de las comunidades desfavorecidas minan su confianza en las noticias

Un manifestante muestra un teléfono móvil mientras se enfrenta a un policía en Washington. REUTERS/Leah Millis

Un manifestante muestra un teléfono móvil mientras se enfrenta a un policía en Washington. REUTERS/Leah Millis

1. Introducción y hallazgos clave

No existe un único problema relacionado con la confianza y, por lo tanto, no existe una única solución. Éste ha sido un dicho habitual en los últimos dos años y medio del Trust in News Project del Instituto Reuters. Como el escepticismo y la desconfianza de las audiencias suelen obedecer a motivos diferentes, los medios que intentan mantener y restaurar la confianza tienen que averiguar primero de quién es la confianza que pretenden generar, y deben tener en cuenta los pros y los contras asociados con la atención de diferentes segmentos del público (Toff y otros, 2020; Toff y otros, 2021a). Es imposible ser confiable para todas las personas, y tampoco todas las personas esperan que los periodistas les sirvan a ellas y a sus comunidades de la misma manera, si bien en abstracto existen muchos valores compartidos en torno a qué constituye un periodismo digno de confianza.

Esta lección la tuvimos bien en mente cuando nos propusimos abordar las distintas perspectivas de las audiencias que se hallan particularmente infrarrepresentadas en la cobertura periodística y/o provienen de grupos históricamente marginados. Estudios anteriores, incluyendo el nuestro, en determinados lugares han mostrado diferencias en los niveles de confianza y en la percepción de la ecuanimidad en función de variables demográficas específicas como la raza (o la casta en la India), el género, la clase social y la edad (Newman y otros, 2021; Toff y otros, 2021c). Sin embargo, recurrir a datos de encuestas para entender muchas de estas cuestiones presenta sus limitaciones. Para conseguir una mejor comprensión sobre qué significan tales diferencias y cómo se relacionan con otros factores o experiencias, resultan especialmente útiles los métodos cualitativos.

Este informe se apoya en información surgida de 41 focus groups llevados a cabo en los cuatro países en los que se centra nuestra iniciativa: Brasil, la India, el Reino Unido y Estados Unidos. Hemos seleccionado estratégicamente a participantes de comunidades desfavorecidas, cuyas perspectivas y experiencias probablemente pueden divergir de modo contundente de las que asumen los grupos mayoritarios o dominantes. En concreto, pusimos el foco en cómo las diferencias de raza, casta, religión, clase y lugar pueden apuntar a necesidades y expectativas distintas en torno a las noticias, y cómo esto se cruza de manera relevante con la sensación de confianza de la gente. En Brasil, nos centramos en audiencias de personas negras y mestizas (quienes se identifican como preto o pardo).1 En la India, nos centramos en audiencias musulmanas y en castas o tribus marginadas. En el Reino Unido, nos centramos en la clase trabajadora. En Estados Unidos, nos centramos en audiencias afroamericanas y rurales.

Tomamos estas decisiones basándonos en parte en mesas redondas y entrevistas previas que tuvimos con reporteros y líderes de medios (Toff y otros, 2020; Toff y otros, 2021a), muchos de los cuales preguntan cómo pueden vincularse mejor con el público históricamente desatendido o marginado en la cobertura informativa de su país, a menudo reconociendo que las deficiencias crónicas en la tarea periodística (o, peor aún, coberturas que perjudican a ciertos grupos) han tensado los lazos, y esto puede ser clave en la desconfianza de varias comunidades. Además, la investigación cualitativa sobre la confianza en las noticias entre subgrupos específicos ha sido especialmente limitada, y los pocos estudios existentes se han concentrado casi exclusivamente en algún subgrupo del Norte Global (por ejemplo, Kilgo y otros, 2020; Nadler y otros, 2021).

Hasta cierto punto, gran parte de lo que escuchamos en estos focus groups con relación a la confianza coincide con nuestros hallazgos anteriores y con el trabajo de otros académicos: mucha gente expresa una sensación generalizada de escepticismo hacia todos los medios, sin diferenciar necesariamente entre las distintas fuentes; muchos conservan profundas sospechas sobre los propósitos de las empresas periodísticas, y asumen que se manipula al público con fines comerciales o políticos; las audiencias a menudo atribuyen su desconfianza a lo que perciben como un sesgo crónico en una información que pretende ser justa e imparcial. Estas actitudes de ningún modo son exclusivas de los grupos en los que nos centramos en este informe.

Entre los participantes de nuestras entrevistas, sin embargo, tales concepciones a menudo se arraigan en perspectivas que proceden de su identificación como parte de un grupo marginado o alejado de los centros de poder. Dicho de otro modo: las críticas pueden sonar similares, pero lo que está en juego es más importante. Las audiencias privilegiadas quizá se preocupan por el sensacionalismo, por ejemplo, pero rara vez pagan un precio personal. Las comunidades desfavorecidas sí. La lente a través de la cual muchos observan los errores de los medios en sus países se relaciona en gran parte (pero no solamente) con los problemas que detectan al ver cómo se retrata a gente como ellos. Y si bien algunos grupos explican sus quejas de forma similar a otros públicos cuando se trata de señalar distorsiones, poca representación e inexactitudes percibidas en los medios, los ejemplos suelen dejar claro hasta qué punto las frustraciones vinculadas a las noticias no son simplemente razones para desconfiar de ellas sino fuentes de daño palpable hacia comunidades ya desfavorecidas en la sociedad.

Tales percepciones y experiencias inevitablemente influyen en la sensación de confianza de la gente, pero a menudo de manera matizada. Las conversaciones sobre la confianza reflejan las diversas y complejas opiniones y expectativas de los participantes con respecto a las noticias y lo que deberían ser. Muchos muestran múltiples nociones sobre la información en la que pueden confiar y en la que no (y para qué), y las circunstancias en las que podrían cambiar de opinión. Aunque se debatió ampliamente sobre el tipo de iniciativas que los medios deberían poner en práctica para mejorar su periodismo, no siempre queda claro que alguno de esos cambios pueda ser suficiente para recuperar su confianza. No existen soluciones sencillas para problemas arraigados, de larga duración. En este sentido, algunos se muestran dispuestos a confiar en determinados medios, a pesar de los problemas crónicos en su cobertura, precisamente porque ya tenían pocas expectativas en la mayoría de las instituciones de la sociedad a la hora de atender a su comunidad y hacer lo correcto para ella.

Nuestros hallazgos en este trabajo tienen importancia por varias razones.

En primer lugar, subrayan el impacto que una representación inexacta e inadecuada en la cobertura periodística puede tener en la vida de las personas que pertenecen a las comunidades marginadas y a otras alejadas y desconectadas de los grupos sociales privilegiados y poderosos. Si bien algunas críticas surgidas en las entrevistas les sonarán familiares a muchos periodistas, los intereses profundamente personales que aquí se plantean (y que implican la posibilidad de daños profundos) deberían llevar a algunos a reflexionar sobre si los compromisos de sus medios en estas cuestiones están debidamente alineados con las urgencias que se perciben en las comunidades donde nos hemos centrado.

En segundo lugar, y vinculado al punto anterior, existen medidas concretas para abordar muchas de estas problemáticas (sobre ello nos extendemos al final del informe). De hecho, en algunos medios se han producido intentos, pero adoptarlas puede implicar la reasignación de recursos a menudo escasos. Se trata de una cuestión de prioridades. Del mismo modo, no tomar medidas también representa una elección. En otras palabras: no existe un camino neutral. Cada uno trae consigo, en diversos grados, ciertos pros y contras editoriales y de otro tipo, que hemos tratado de destacar a lo largo de este trabajo. Las visiones recogidas en muchos de nuestros encuentros reflejan la frustración hacia los medios que con demasiada frecuencia proponen coberturas que aspiran a ser justas y precisas, pero a menudo muestran y refuerzan una visión estrecha del mundo (a la vez compartida por los grupos sociales dominantes), al tiempo que excluyen sistemáticamente los puntos de vista de quienes históricamente no han tenido voz en la prensa para opinar sobre estos asuntos. Representar mejor a las comunidades marginadas y desatendidas requiere la voluntad de afrontar estas disparidades y rectificarlas: no basta con reconocer el problema.

En tercer lugar, a pesar de las diferencias reales en las posiciones de la gente al evaluar las noticias en sus países, también creemos valioso subrayar que muchos de los cambios que los participantes desean en la cobertura de sus comunidades no requieren una reingeniería esencial de los valores periodísticos. De hecho, muchos expresan sentimientos bastante similares sobre lo que, en última instancia, quieren: una cobertura imparcial, justa y precisa de los asuntos relevantes para sus vidas. Si bien se plantean distinciones sobre cómo esto debe ocurrir en la práctica, no piden abandonar totalmente los enfoques periodísticos que valoran la búsqueda de los hechos objetivos, por complejo que resulte tal concepto. Desean información que cumpla esa misión, y hemos intentado plasmar fielmente tales sentimientos en las líneas que siguen.

1.1 Cómo se elaboró nuestro informe

Este estudio se basa en una serie de focus groups realizados en diciembre de 2022 y enero de 2023 en Brasil, la India, el Reino Unido y Estados Unidos. Se trata de los cuatro países en los que se centra nuestro proyecto Trust in News, y varían considerablemente en términos culturales, políticos y mediáticos (véase Toff y otros, 2020). Trabajamos con empresas de investigación locales: en Brasil, Inteligência em Pesquisa e Consultoria (IPEC); en la India, Policy and Development Advisory Group (PDAG); en el Reino Unido, Differentology, y en Estados Unidos, State Public Policy Group (SPPG). Se organizaron y llevaron a cabo 41 sesiones: 17 en la India y ocho en Brasil, el Reino Unido y Estados Unidos. Los grupos tuvieron entre 4 y 15 integrantes, y en total participaron 322 personas. La selección y el reclutamiento variaron de acuerdo con el país, a partir de los subgrupos relevantes resumidos en la tabla 1.

Tabla 1

Debido al tiempo y los recursos limitados, tuvimos que ser selectivos a la hora de definir en qué sub-grupos centrarnos. Para ello, en cada lugar hemos tenido en cuenta las importantes divisiones documentadas en investigaciones anteriores, pero sobre todo nos hemos apoyado en nuestras propias conversaciones con periodistas y editores, que a menudo preguntan y/o debaten sobre cómo servir mejor a estos segmentos específicos del público. Sin embargo, nuestra decisión de modo alguno implica que estas sean las únicas audiencias importantes ni que sea esperable que otros grupos marginados y desatendidos tengan experiencias o visiones similares. De hecho, no todos los participantes se consideran personalmente desfavorecidos. (Un dato: en los grupos rurales estadounidenses, un par de personas habían trabajado en el Gobierno). De cualquier manera, esperamos que, arrojando luz sobre ciertas similitudes y diferencias dentro de estos grupos y entre ellos, podamos contribuir a subrayar más ampliamente la importancia de prestar atención a las miradas únicas de las distintas comunidades y cómo las identidades sociales suelen desempeñar un papel relevante en la configuración de las relaciones de las audiencias con las noticias.

Además de seleccionar a los participantes a partir de estas características socio-demográficas, también generalmente dividimos los grupos por género y edad, de modo que en la mayoría de los lugares se formaron conjuntos separados para hombres jóvenes, mujeres jóvenes, hombres mayores y mujeres mayores. Lo hicimos tanto con fines prácticos como analíticos. Por un lado, procuramos minimizar las dinámicas de poder vinculadas a las diferencias de género y edad, que podrían inhibir la participación. Por otra parte, quisimos facilitar el análisis de los datos en función del concepto académico de “interseccionalidad” (Cooper, 2016; Crenshaw, 1991), reconociendo la necesidad de dar cuenta de cómo pueden converger diferentes formas de opresión estructural o exclusión, lo que incide decisivamente en las experiencias de quienes poseen identidades en tales intersecciones.2

A veces nos centramos en estas importantes perspectivas interseccionales, pero así como el diseño de nuestra investigación involucra pros y contras con relación a qué grupos reclutar y excluir, también estamos limitados en cuanto a la cantidad de detalles que podemos ofrecer. Por último, debemos señalar que en tres de los cuatro países los grupos se conformaron en dos puntos geográficos distintos, que elegimos en conjunto con las empresas locales para tener en cuenta, también, la variación regional. En el apéndice técnico ofrecemos más detalles al respecto.

Normalmente, los focus groups se prolongaron durante 90 minutos, aunque algunos en la India fueron más breves y se estructuraron de forma diferente en función de los desafíos singulares que presentan algunas de las poblaciones muestreadas allí. Los extractos de las entrevistas se atribuyen con seudónimos para proteger las identidades.3 En el apéndice también presentamos otros datos relacionados, como el grupo de pertenencia y detalles como el rango de edad, el género y la ubicación. Moderadores capacitados guiaron las conversaciones, que constaron de cuatro ejes: la identidad; el consumo de noticias y sus motivos; las percepciones sobre el periodismo y la confianza, y la representación en las coberturas.4

1.2 Tener en cuenta las complejidades de la identidad

Al poner en primer plano las visiones de poblaciones marginadas y/o desatendidas por los medios de sus países, tratamos de captar las similitudes temáticas relevantes entre estos grupos. Las conversaciones ponen de manifiesto, frecuentemente, hasta qué punto las identidades examinadas en este informe influyen en la vida de las personas de manera significativa y, a menudo, siguiendo un patrón. Durante la primera parte de los encuentros, los participantes reflexionan extensamente sobre cómo sus identidades suelen ir la mano de experiencias relacionadas con desventajas estructurales, exclusión, estereotipos, discriminación manifiesta e incluso, violencia. Del mismo modo, en los sub-grupos muchas veces las percepciones y experiencias vinculadas a las noticias se expresan de formas que hacen eco entre sí. En varios tramos de nuestro informe hacemos hincapié en estos puntos en común.

Al hacer esto, sin embargo, en modo alguno sugerimos que sean equivalentes o comparables las experiencias de estos grupos que sufren marginación o exclusión, sea en la cobertura periodística o en la sociedad en general. Existen diferencias muy reales y significativas entre esas experiencias, y también hay variaciones considerables en la gama de perspectivas que escuchamos dentro de los grupos. Esperamos que algunas de estas diferencias queden reflejadas en nuestro informe, aunque debemos admitir que aquí no podemos documentar exhaustivamente ciertos aspectos de las experiencias únicas de los individuos.

Además de varias diferencias individuales, también se registran variaciones importantes tanto dentro de los grupos como entre ellos en cuanto a la relevancia de las identidades específicas (por ejemplo, ser persona negra, musulmana, de clase trabajadora o rural) para el concepto de sí mismo de los participantes,5 o cómo cualquier categoría se construye y experimenta simbólicamente en los contextos locales (por ejemplo, diferencias en cómo se explica o se experimenta ser afroamericano en Iowa, en comparación con Bahía, en comparación con São Paulo, o la identidad étnica o de casta en Haryana, en comparación con Jharkhand). Además, como ya se ha explicado, estas identidades inevitablemente se cruzan con otras; a veces, se experimentan como "en tensión" (por ejemplo, quienes tienen identidades "mixtas", como los participantes de raza mixta o personas cuyas familias están divididas en términos de clase socioeconómica), y otras veces presentan cierto grado de fluidez (por ejemplo, la edad o la clase, que cambian con el tiempo).

Es más: dado lo entrelazadas que están raza y clase en muchos lugares, durante las conversaciones grupales a veces surgen cuestiones de identidad que no son el tema principal (por ejemplo, participantes de clase trabajadora en el Reino Unido son también personas negras o asiáticas, y debaten cuestiones raciales además de la clase, y algunos afro-brasileños también sacan a relucir cuestiones relativas a la clase). En resumen: las identidades son inmensamente complejas, y ningún grupo es un monolito.

Por último, al exponer este análisis queremos dejar claras sus limitaciones. Si bien nuestra intención es realzar las voces de segmentos del público que a menudo se pasan por alto en los estudios de audiencias (y rara vez, si acaso, se efectúan de forma comparativa a escala internacional), los hallazgos aquí expuestos implican necesariamente asomarse a un conjunto de fenómenos muy amplio a través de una pequeña ventana. Es imposible, de hecho, captar todo el espectro de experiencias de la población negra estadounidense a partir de testimonios registrados solamente en Des Moines (Iowa), o consignar la multiplicidad de experiencias de personas pertenecientes a castas o a identidades étnicas marginadas en un país tan grande y diverso como la India. Es decir: quienes están incluidos en este estudio no deben ser tomados como símbolos de los grupos marginados o desatendidos en general, ni de todos los miembros de sus comunidades. Se trata de una frustración que a menudo surge al dialogar sobre coberturas periodísticas que hacen precisamente eso. Nuestro enfoque procura aportar profundidad, matices y precisión al tema en cuestión, no generalizaciones amplias. Lo hacemos porque creemos que destacando estas miradas, en las propias palabras de la gente, planteamos un valioso punto de partida para los medios que quieren servir mejor a las audiencias históricamente ignoradas o calumniadas.

1.3 Hallazgos clave

Si bien hay claras diferencias en la forma en que los participantes ven el mundo y también en sus críticas a los medios por cómo cubren a gente como ellos, también se registran muchos puntos en común en torno a las frustraciones que les generan las noticias. La mayoría considera que las organizaciones periodísticas no sólo están desconectadas, sino que a veces constituyen una fuerza especialmente perjudicial que provoca daño real a sus comunidades, ya sea descuidándolas por completo o explotándolas, reforzando estereotipos nocivos o haciendo un sensacionalismo divisivo y polarizador. En última instancia, muchos carecen de confianza en las noticias precisamente por estas razones, aunque tal relación no siempre resulta directa. A continuación, resumimos los principales hallazgos a partir de nuestro análisis de las transcripciones de los encuentros:

  • A pesar de la diversidad de los grupos que reunimos en distintos entornos mediáticos, los participantes expresan frustraciones similares por no ser escuchados. Muchos se sienten afectados por lo que consideran una constante representación errónea e insuficiente de personas como ellos. Aunque la profundidad de las preocupaciones varían de un grupo a otro, los entrevistados suelen centrarse en críticas comunes que van desde la negatividad implacable y el trato injusto hasta los estereotipos nocivos y la atención inadecuada.
  • Mucha gente de comunidades marginadas considera que los medios son tendenciosos, sensacionalistas o deprimentes, con intereses claramente personales y significativos. Quienes creen que la cobertura negativa se dirige intencionadamente a sus comunidades, describen esas noticias como agobiantes a un nivel extraordinariamente personal. En particular, la información sobre delitos y violencia se ve a menudo como un camino para aumentar las audiencias o conseguir clics a expensas de los más vulnerables.
  • Especialmente en el Reino Unido, en Estados Unidos y en la India, los medios como institución se perciben frecuentemente como una extensión de ciertos sistemas preparados para servir a los poderosos, que son sistemas de los que muchos se sienten excluidos. Las impresiones sobre los medios se suelen entrelazar con preocupaciones más amplias en torno a desigualdades como el racismo, el clasismo y el sistema de castas. Rara vez se considera que las organizaciones periodísticas atienden a todo el público: antes bien, se las ve reforzando los intereses de quienes ya son privilegiados y poderosos.
  • Muchos grupos piensan que los periodistas están desconectados, que carecen de la experiencia de vida o de los conocimientos necesarios para comprender sus realidades, o incluso que tienen prejuicios, aunque también aportan varios ejemplos positivos de reporteros a los que consideran excepciones. Otros diferencian a los periodistas de aquellos medios donde trabajan, y suelen culpar a las empresas y a las presiones comerciales por las deficiencias que observan en la cobertura.
  • La mayoría describe al periodismo confiable de manera alineada con otras audiencias, señalando que desean más imparcialidad, transparencia y precisión en la cobertura. Al mismo tiempo, las ideas sobre qué es de interés periodístico, qué historias se deben cubrir o ignorar y qué voces merecen ser destacadas también suelen basarse en los puntos de vista de la gente, que pueden ser muy divergentes.
  • Los participantes de nuestros grupos difieren a la hora de juzgar la importancia de que los periodistas procedan de entornos diversos. Muchos (en especial, los afroamericanos en Estados Unidos) consideran vital que los medios incrementen la diversidad de su plantilla periodística y de sus directivos, a fin de reflejar mejor las comunidades a las que intentan servir, pero también se muestran cautelosos frente a la falsa inclusión o el “tokenismo” (concesiones superficiales a un colectivo discriminado) y desconfían de ciertas iniciativas a las que tachan de indulgentes.
  • Muchos señalan la importancia de las fuentes informativas de nicho y, en algunos casos, las locales, porque representan de forma más justa y completa a personas como ellos y sus intereses. Son los jóvenes, sobre todo, quienes comentan su confianza en individuos que a menudo no son periodistas, y a cuyos contenidos acceden mediante redes sociales, podcasts o servicios de video online, que hablan de manera fidedigna de sus preocupaciones y destacan los temas que les importan. Otros marcan el valor de los medios étnicos o comunitarios para estos fines.
  • La representación es relevante para la confianza, pero a menudo las preocupaciones planteadas van más allá. Muchos afirman que, para recuperar su confianza, los medios deberían prestar más atención a las inquietudes de sus comunidades, de forma genuina y consistente, y representar toda la gama de sus experiencias y perspectivas de modo más justo y positivo. Al mismo tiempo, no todos creen que tales cambios alcancen para modificar su percepción de las noticias, y otros se muestran más dispuestos a confiar en determinadas fuentes, si bien coinciden en que la información periodística en general debería estar más a la altura de sus supuestos ideales de servir a la totalidad del público y no sólo a los privilegiados y poderosos.

Notas al pie

1 Usamos las categorías de raza que emplea el Instituto de Geografía y Estadística de Brasil (IBGE): preto se refiere a los negros mientras pardo se refiere a personas con mezcla racial. A través del informe, nos referimos a ambos grupos como audiencias negras de la misma forma en que lo hace el IBGE. 

2 Un asunto clave oara el concepto de interseccionalidad es comprender que la intersección de identidades como la raza o el género es "única y no se puede entender añadiendo simplemente ingredientes de identidades distintas’ (Ghavami and Peplau 2013, p. 114).

3 Aunque hemos hecho lo posible por asegurar que identificábamos correctamente a quienes hablaban, en la práctica hacerlo ha sido difícil cuando sólo grabaciones de audio estaban disponibles. Cuando tuvimos dudas, hemos optado por identificar sólo el grupo y no la persona específica. Pero es posible también que en algunos ejemplos las personas no se hayan identificado correctamente.

4 Un miembro del equipo de investigación del Instituto Reuters observó la mayoría de las sesiones en persona para supervisarlas y ofrecer su punto de vista.

5 En la mayoría de los focus groups (excepto en India, donde el tema sensible de la identidad se abordó de forma más indirecta), empezamos la conversación permitiendo a los participantes que hablarán libremente sobre los aspectos de sí mismos que eran importantes para explicar quiénes eran. Aunque algunos tocaron categorías de interés inmediatamente, otros se centraron en características personales como su personalidad, sus valores y otras identidades como el género.