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El futuro es feminista: lecciones de periodistas en México y Argentina
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Una cobertura sexista del feminicidio | Aborto y violencia de género | El coste de cubrir temas feministas | Nuevas voces digitales | Liderazgo feministaLa periodista Irene Benito cubrió recientemente el feminicidio de la maestra de 32 años Paola Tacacho. Tacacho fue asesinada a solo 200 metros de la casa de Benito en el centro de Tucumán, Argentina: Benito oyó los gritos mientras estaba trabajando.
Tacacho fue asesinada por un ex-alumno que la acechaba hace cinco años.
“Fue un caso escalofriante,” me dijo Benito. “Cuanto más me introducía la historia, más sentía la injusticia y más necesitaba contarla.”
Tacacho había presentado 13 denuncias en contra del ex alumno, obtuvo una orden de restricción de acercamiento que él ignoró, y finalmente logró llevarlo a juicio. El juez rechazó el caso argumentando falta de pruebas de hostigamiento.En las salas de redacción, y especialmente en las latinoamericanas, las perspectivas de las mujeres han estado históricamente ausentes en la cobertura de este tipo de historias. Con tan pocas mujeres y personas LGBTQ presentes en la industria, sus voces y capacidad de impacto continúan siendo marginalizadas.
En 2021, el Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), organización que promueve la calidad periodística y la libertad de prensa, hizo el primer estudio nacional sobre“Desiertos de Noticias en la Argentina” con fondos de Google News Initiative, identificando aquellos lugares donde existen condiciones débiles para el ejercicio del periodismo profesional. Con esta data FOPEA analizó la variable de género en el liderazgo de medios locales, creando un primer directorio con 354 mujeres líderes en las salas de redacción en el país. FOPEA reveló que un 14% de los medios locales tiene a una mujer como líder formal y sólo 13% de los y las periodistas que participó en la encuesta trabaja en una organización con una directora femenina.
“Los medios de comunicación son canales para la difusión de los reclamos de las mujeres, pero no nos miramos hacia adentro. Es como si fuéramos ajenos a las demandas de igualdad, equidad y diversidad,” dijo Benito, que ve esta investigación, de la que fue parte, como un gran paso adelante en el reconocimiento del problema.
Benito descubrió que, aunque hay mujeres que se consideran líderes de influencia en las salas de redacción, ellas generalmente no ocupan los puestos formales en los que se toman las decisiones. Aunque asumen distintos tipos informales de liderazgo que son importantes - el liderazgo moral por ejemplo- estas mujeres no son reconocidas como las que dirigen el barco. Es tiempo de tener una conversación sobre la inclusión de género en estos medios.
Una cobertura sexista del feminicidio
La epidemia de feminicidios documentada en Latinoamérica durante la década pasada, probablemente gracias al aumento de denuncias, ha preparado el escenario para demandar una cobertura más sensible en los medios de la violencia extrema contra las mujeres y la comunidad LGBTQ.
Mucho de la cobertura de feminicidios explota aspectos sensacionalistas que dañan las investigaciones criminales en curso, a la familia de la víctima o su dignidad post-mortem - incluyendo la publicación de fotografías de cuerpos desnudos y mutilados, como en el caso de Ingrid Escamilla en México.
Esta mujer de 25 años fue apuñalada y desmembrada en su hogar por su novio de 46 años. Los tabloides policiales Pásala y La Prensa de México publicaron en sus portadas imágenes perturbadoras y demasiado gráficas del cuerpo desnudo y ensangrentado de Escamilla bajo el titular La Culpa La Tuvo Cupido, días antes del día de San Valentín 2020.
Diez mujeres son asesinadas cada día en México. En Argentina, una mujer es asesinada casi cada treinta horas. La mayoría de los feminicidios (homicidio por su género) son perpetrados con impunidad por parejas íntimas. Habitualmente son acompañados por violencia sexual y muchas veces son resultados de relaciones abusivas en curso.
Muchas periodistas feministas en México y Argentina describen como problemática la cobertura de estas noticias en los medios tradicionales, en los que se justifica al agresor y culpabiliza a las víctimas con titulares como Ciego por Celos, La Mató. Muchas organizaciones publican fotos de la ropa que llevaba la víctima, insinuando que su atuendo tuvo un papel en su asesinato. También es común el uso de la voz pasiva, desviando la culpa del autor y normalizando la violencia no como un delito que se comete, sino como un hecho que ocurre: “Fue asesinada” en vez de “Él la mató.”
La publicación de las fotos del cuerpo de Escamilla le dio a los medios niveles virales de tráfico y despertó la ira de cientos de mujeres que protestaron contra la cobertura, marchando hacia las oficinas de La Prensa y destruyendo varios de los vehículos del tabloide.
El caso representó un punto álgido en la intersección entre la violencia extrema contra las mujeres y una cobertura periodística sexista, que explota el trauma para obtener clics.
En febrero de 2021, se aprobó en México la Ley Ingrid, un conjunto de reformas legales que busca evitar la difusión o comercialización de las fotografías de las víctimas de feminicidios. Las reformas introducen cargos criminales de tres a seis años de cárcel o multas para quien difunda fotografías, videos o documentos reservados en casos de feminicidios.
Aborto y violencia de género
En México y Argentina, movimientos feministas como Ni Una Menos ( contra el feminicidio) y la Marea Verde (por el aborto seguro y legal) han ganado fuerza en los últimos años.
Con el activismo feminista confrontando las convenciones culturales prevalentes, las industrias periodísticas en México y Argentina se preguntan qué significa una cobertura no-sexista y cómo lograrla. Cuando la mayoría de los medios son dirigidos por hombres y existe una cultura de misoginia instalada en el trabajo y la sociedad no es fácil ver el sesgo en la cobertura de estos temas, pues, para un gran grupo, el sexismo ha sido normalizado e internalizado.
El debate en torno al aborto es un ejemplo perfecto de la situación anteriormente descrita. A diferencia de los casos de feminicidio, que se perpetran en su gran mayoría con total impunidad, las mujeres que abortan, e incluso aquellas que sufren emergencias obstétricas como abortos espontáneos pueden enfrentar cargos penales en su contra. Hoy, periodistas feministas y activistas están enmarcando la falta de acceso al aborto legal como una forma de violencia de género.
En la investigación Cuando Parir es un Delito, Katia Rejón y Lilia Balam contaron las experiencias de mujeres jóvenes y adolescentes en Yucatán (México) que, tras abortos espontáneos, fueron acusadas de homicidio o debieron enfrentar un juicio por un delito. La investigación exploraba cómo la falta de capacitación en la perspectiva de género (y conocimiento de la biología femenina) resultaba en decisiones legales a partir de evidencias defectuosas.
En México, entre 2010 y 2020 se presentaron más de 3,600 denuncias penales por el delito de aborto ilegal según GIRE, un grupo Mexicano de derechos reproductivos. Dentro de ese mismo plazo, 380 personas fueron procesadas penalmente y 142 fueron condenadas.
Debido a la falta de educación sexual, muchas mujeres no saben que están embarazadas hasta que experimentan un aborto espontáneo y luego son acusadas por personal médico y fiscales de cometer un delito. Cada día en América Latina niñas de entre 10 y 14 años de edad dan a luz, la mayoría tras haber sido violadas.
El replanteo de estos temas está empujando los límites de normas periodísticas convencionales como la objetividad, reemplazándolas por marcos de derechos humanos que ayudan a contextualizar temas complejos en la cobertura de noticias.
El activismo y la cobertura periodística en estos temas han impulsado reformas legislativas en ambos países. En diciembre del 2020, Argentina legalizó el aborto antes de las catorce semanas de embarazo. En México el aborto fue descriminalizado en septiembre del 2021, cuando la Corte Suprema declarara que abortar no es un delito.
El coste de cubrir temas feministas
No se cubre el aborto sin pagar un costo, y muchas veces quienes reportan el tema sufren prácticas de hostigamiento. La periodista Katia Rejón, de Mérida, México fue atacada verbalmente por un grupo autodenominado pro-vida después de informar sobre el aborto y denunciar las mentiras planteadas por miembros de la organización.
“Hay una hostilidad por tocar este tipo de temas, no solo de género, sino también de derechos humanos y la comunidad indígena,” me dijo Rejón.
La periodista recibió un ataque público cuando Jorge Álvarez Rendón (cronista de la ciudad de Mérida, un hombre cuyos libros ella había leído como estudiante), le escribió una carta pública en su página de Facebook, insultando tanto su aspecto como su credibilidad como periodista. Casos como éste arrojan una sombra sobre las periodistas mientras hacen su trabajo.
Formada en una escuela de periodismo que valora la objetividad como uno de sus principios básicos, Rejón empezó a reportar historias de violencia obstétrica, menstruación, el movimiento #MeToo y el acoso callejero.
“En un momento entendí que el feminismo no solo me servía a mí como persona, como mujer, sino también a mi trabajo. Porque estos son temas de interés social. La violencia de género en México es impresionante e indignante. No podemos cubrir estas noticias sin tener en cuenta que bajo ellas hay todo un sistema,” dijo Rejón.
Rejón representa a una nueva generación de periodistas feministas que genera su propio contenido a través de publicaciones digitales, independientes y sin fines de lucro. Su revista Memorias de Nómada empezó como un blog cuando la periodista tenía 19 años y hoy suma una audiencia mensual de hasta 20,000 visitas. La publicación se basa en la generación de contenido cultural incluyendo la cobertura de la población Maya indígena de Yucatán.
Rosa María Rodríguez Quintanilla, periodista mexicana y coordinadora de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) tuvo que mudarse desde su hogar en el estado de Tamaulipas a Nuevo León debido a las amenazas contra ella y su familia. Su estado de origen ha visto un aumento en los niveles de violencia y el asesinato de varios periodistas.
“Ahora soy consciente de lo que viví, pero cuando vivía en mi estado no me daba cuenta de la violencia que estaba experimentando todos los días,” me dijo Rodríguez Quintanilla.
Al menos siete de cada diez periodistas en el país ha recibido algún tipo de ataque o amenaza, asegura Rodríguez Quintanilla Agrega que nunca se trata solo de un incidente; la repetición constante es un aspecto clave en el funcionamiento de la violencia.
“Esta vez salimos porque las amenazas eran contra mis hijos,” ella dijo.
México tiene un nivel de impunidad de 99% en los delitos contra la libertad de expresión y es uno de los lugares más mortíferos del mundo para ser periodista.
Para empeorar las cosas, las autoridades muchas veces minimizan las amenazas recibidas a través de redes sociales, o aseguran que no pueden investigar. Plataformas como Facebook y Twitter hacen poco para intervenir en estos casos. Los resultados son nulos incluso cuando las amenazas de muerte son compartidas en grupos con miles de seguidores y en los que se expone la identidad de las personas, como en el caso de Rodríguez Quintanilla.
Rodríguez Quintanilla reconoce a CIMAC por su apoyo. CIMAC es una de la publicaciones digitales feministas más conocidas en México, y es vista por muchas personas como pionera en el periodismo feminista en el país. Es, además, la primera organización en documentar los ataques contra de libertad de prensa con una perspectiva de género.
Nuevas voces digitales
No todo son malas noticias en línea: periodistas feministas en México y Argentina están usando internet para crear redes, generar nuevas iniciativas y alcanzar nuevas audiencias. En México plataformas como Memorias de Nómada y EsParaMiTarea están prosperando. En Argentina, LATFEM es una publicación digital con un exitoso modelo de alcance y ha publicado varias investigaciones.
La organización utiliza métodos innovadores para mostrar los hallazgos de su trabajo: Cuarantenials usó ilustraciones para proveer una perspectiva feminista sobre las historias de jóvenes y adolescentes en América Latina durante la pandemia.
Las fundadoras y periodistas de LATFEM tienen su origen en el activismo y la participación en organizaciones feministas en Argentina. La fundadora Flor Alcaraz describe el año 2015 y el movimiento Ni Una Menos como un antes-y-después que marcó el momento en que el activismo feminista se incorporó a la cultura dominante, y cuando ella personalmente se comenzó a sentir más cómoda al describirse como periodista feminista.
Aunque LATFEM y Memorias de Nómada son exitosas en su relación con la audiencia, su capacidad de innovación y originalidad, ambas han debido luchar para conseguir los fondos de financiamiento para sus proyectos.
Aunque generan ingresos a partir de talleres sobre género, colaboraciones con asociaciones civiles o educando a jóvenes periodistas, ninguna de las organizaciones recibe fondos para realizar su trabajo periodístico. Esto significa que su redacción y personal trabaja de manera voluntaria y mantiene otros trabajos para mantenerse. Ya que ambas son organizaciones impulsadas por su misión y no desean comprometer sus valores a cambio de financiamiento, su trabajo en ellas responde a la pasión por el proyecto.
Rejón y Alcaraz son miembros de redes internacionales de periodismo que apoyan su trabajo y las conectan con periodistas en toda Latinoamérica a través de organizaciones como la Red de Periodistas Feministas de Latinoamérica y el Caribe, Red LATAM de Jóvenes Periodistas, y Coalición LATAM, que provee asesoría a organizaciones como Memorias de Nómada.
“Yo creo que nos ayuda mucho tener alianzas en otros estados y otros países para ayudarnos a legitimar nuestro trabajo. Estamos investigando temas que antes no se tocaban,” dijo Rejón.
Estas redes han reunido a periodistas para proyectos de investigación transnacional como Violentadas en Cuarentena. El proyecto sumó la colaboración de más de 66 personas incluyendo trabajo de reporteo, verificación de datos, ilustraciones y traducción en 19 países, y fue premiado por Google News.
Liderazgo feminista
Periodistas feministas como Miriam Bobadilla y Alejandra Benaglia de Argentina ven su trabajo como una forma de hacer más feminista a la industria de los medios, no solo en términos de una representación equitativo, sino también en cuanto a estilos de liderazgo y organización.
Bobadilla y Benaglia son parte de RIPVG (Red Internacional de Periodistas con Visión de Género) que conecta periodistas con eventos online, publica investigaciones sobre género y medios, y presenta talleres educativos para enseñar a periodistas cómo incorporar una perspectiva de género en su trabajo.
Algunas periodistas están apoyándose en los sindicatos para ayudar a las mujeres a asumir más poder en las salas de redacción. FATPREN, la Federación de Trabajadores de Prensa de Argentina, es un sindicato que incluye un comité de género. El grupo luchó por y aseguró un protocolo para enfrentar el hostigamiento sexual y la violencia de género en 2016.
El liderazgo femenino ve su trabajo como una forma de enfrentar la cultura hiper-masculina del sindicalismo y la industria periodística, con el objetivo de que las mujeres sean incluidas en ambas de manera significativa.
Según la investigadora de la Universidad Autónoma de México, Aimée Vega Montiel, medios tradicionales en todo el mundo están empezando a ver la cobertura de género como rentable y están empezando a tomar nota. Publicaciones importantes como The Guardian, El País, publicaciones mexicanas como La Silla Rota y Reforma están empezando a incorporar la cobertura de los derechos humanos de las mujeres en sus reportajes.
Las versiones en castellano del Washington Post y del New York Times han publicado contenido enfocado en género y derechos humanos en sus secciones de opinión. Flor Alcaraz, fundadora de LATFEM, ha sido contactada por Washington Post por su experticia en temas feministas en Argentina. Otros medios en Latinoamérica como La Silla Rota y Página 12 están creando secciones enfocadas en género en respuesta a la demanda por este tipo de contenido. Página 12 y Tiempo Argentino usan lenguaje inclusivo, una decisión editorial que Bobadilla y Benaglia dicen que otras publicaciones importantes no incorporan.
Mujeres, personas LGBTQ y sus aliadas dentro de la industria están organizando y creando poder a través de vías tradicionales, como los sindicatos, y también de proyectos empresariales y de investigación. Están presionando para mejorar las salas de redacción lentamente y en medio de la resistencia.Pero los cambios que se están implementando no avanzan al ritmo del momento cultural que el activismo ha logrado generar.
Tal como ocurrió con la oleada de activismo feminista que inspiró los grandes cambios en las políticas para la equidad de género, pocos pueden predecir el fervor o la fuerza con la que avanzará la situación.
La única certeza es que, durante toda su existencia, la industria periodística ha sido dominada por una mirada masculina. Toda persona interesada en la veracidad de las coberturas informativas y la equidad en los medios periodísticos, puede ver cómo asoma en el horizonte un cambio largamente esperado. El futuro del periodismo es feminista.
Una versión más detallada de este informe en inglés está disponible para su descarga como PDF.
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