Cientos de periodistas se han ido este año al exilo en todo el mundo. Estos son sus problemas y cómo afrontarlos
El periodista afgano Shukrullah Esmat se vio obligado a meter sus cosas en un par de maletas y abandonar su país en agosto de 2021. En ese momento, tenía experiencia como guionista y cineasta, y trabajaba en Radio Killid, un medio de comunicación local en Kabul. Esmat vivía con su esposa y sus dos hijos pequeños en su propia casa. Tres años después, en medio del gélido invierno alemán, cree que en ese entonces su vida era perfecta.
Cuando los talibanes tomaron el poder, decenas de periodistas tuvieron que huir de Afganistán por temor a represalias. Reporteros Sin Fronteras (RSF) ayudó a Esmad (29 años) a salir de Afganistán a Pakistán, donde le costearon un hospedaje a él y su familia hasta que obtuvieron visados humanitarios para llegar a Alemania.
Una vez en Alemania, vivieron en un campo de refugiados. Luego el gobierno les dio una asignación mensual con la que pudieron alquilar un piso. “No es mucho dinero, pero nos basta a mí y a mi familia para rehacer una vida aquí,” cuenta Esmat. Lamentablemente, el periodismo y las películas, su gran pasión y su trabajo, ha tenido que dejarlos de lado.
La historia de Esmat sonará familiar para las decenas de periodistas que han sido forzados a exiliarse para detener la persecución por hacer su trabajo. Según RSF, al menos 460 periodistas de 62 países recibieron ayuda económica para huir de sus territorios, casi el doble que en 2022, cuando hubo 223 solicitudes.
El fenómeno ha ido en aumento por varias razones: la invasión a gran escala de Ucrania, el aumento y fortalecimiento de los autoritarismos en muchos países y la expansión del poder del crimen organizado. “Más del 70 % de la población mundial vive bajo regímenes autoritarios y la mayoría de las veces lo primero que hacen es suprimir la libertad de de prensa”, asegura Penelope Winterhager, directora general del Fondo Europeo para el Periodismo en el Exilio (JX Fund por sus siglas en inglés).
Hablé con cuatro periodistas de Afganistán, Guatemala, Nicaragua y Ucrania, así como con tres organizaciones que apoyan el periodismo en el exilio, para conocer mejor sus principales retos y problemas a la hora de ejercer su profesión en los países de llegada. Aunque la lista es bastante larga, he agrupado los cuatro principales obstáculos que tienen en común los entrevistados.
1. Huir, ¿pero cómo y a dónde?
Juan Luis Font es un periodista guatemalteco de 56 años, quien ha dedicado 33 de ellos al periodismo. Fue miembro fundador del diario elPeriódico y actualmente tiene un programa de análisis llamado Con Criterio, que se emite a diario en Internet y los domingos por la noche en televisión, desde el exilio.
En 2022, Font tuvo que salir de Guatemala debido a una persecución judicial. El exministro de Comunicaciones, Alejandro Sinibaldi, presentó una denuncia penal en su contra por la que sería sancionado con una pena de ocho años de cárcel. “Todos me recomendaban irme. La primera vez me quedé un tiempo en Francia y en Estados Unidos”, recuerda.
Ningún documento o visado confirma que Font sea un periodista exiliado, pero eso no significa que no lo sea. "Son las circunstancias que te fuerzan a salir de tu país lo que te transforma en periodista exiliado, no tu estatus migratorio", explica Cinthia Membreño, periodista nicaragüense de 35 años y coordinadora de la Red de Medios Exiliados (NEMO, por sus siglas en inglés), formada por cinco medios que operan desde el exilio.
"Identificarse con el exilio toma tiempo. Es un episodio muy traumático y hacer las paces con él no es de un día para otro. Por eso muchos salen de distintas formas", agrega Membreño, quien trabajaba como responsable de fidelización de audiencias en Confidencial, un influyente medio de comunicación que se ha exiliado dos veces tras la persecución del régimen de Daniel Ortega.
Muchos periodistas prefieren no cambiar su estatus migratorio cuando llegan a un nuevo país. A algunos les cuesta aceptar su nueva realidad. Otros creen que se trata de un viaje corto. Y muchos quieren evitar someterse a los largos y extenuantes papeleos, que incluso podrían impedirles retornar al lugar donde se dieron las amenazas.
No todos pueden darse la posibilidad de no regresar. “Tuve que volver a Guatemala porque mi madre tenía cáncer”, cuenta Font. “Pasé tres meses oculto haciendo mi programa de radio como un sistema de VPN, que aparentaba que yo estaba en Estados Unidos, y por las noches me turnaba con mis hermanos para cuidarla”.
Font no quería irse, pero su familia le pedía que lo hiciera cuanto antes, porque en el país ya se habían presentado encarcelamientos en contra de otros colegas. Se despidió de su madre por última vez, luego sus hijos lo llevaron a la frontera y desde El Salvador tomó un avión hacia Estados Unidos, donde entró como turista de nuevo.
Él sabe que el estatus migratorio que escogió implica, en muchas ocasiones, no recibir ayudas de organizaciones y vivir pensando a dónde ir una vez se acabe el tiempo de visado de turista.
Organizaciones de apoyo como JX Fund y Körber Stiftung aseguran que la decisión de exiliarse es especialmente difícil en países que no son dictaduras manifiestas, pero donde la libertad de prensa sigue estando amenazada. Eso lleva a que muchos casos se piensen como reubicaciones temporales, a veces con la ayuda de becas y a menudo con el apoyo de familiares o amigos.
Hay otros casos en los que la estadía se alarga porque la causa del exilio no tiene una solución a la vista y los periodistas deciden quedarse en el lugar de acogida indefinidamente. Muchos de ellos ni siquiera escogen el país de llegada, pues dependen de la generosidad y la oferta de las organizaciones de apoyo.
De acuerdo con el informe Periodismo en el exilio en Europa: retos actuales y programas de apoyo, de la organización alemana Körber Stiftung, los periodistas que consiguen escapar suelen buscar protección en democracias que garantizan la libertad de prensa y les permiten trabajar en el exilio. Sin embargo, la gran mayoría de estos periodistas se enfrenta a muchas dificultades.
2. Aprender un nuevo idioma y buscar oportunidades
La periodista ucraniana Yulia Valova tuvo que abandonar Ucrania pocos meses después de que Rusia invadiera su país en febrero de 2022. En aquel momento, cubría temas judiciales para la revista Intelligent, fundada siete meses antes.
"A medida que pasaba el tiempo, nos dimos cuenta de que los ataques eran cada vez más fuertes y cerca de la capital (Kiev). La mayoría de mi equipo decidió defender Ucrania, así que detuvimos el proyecto", cuenta Valova. Casi todos los miembros de su redacción se fueron a la primera línea, así que no había elección. "No tenía sentido quedarse porque era peligroso".
Valova se mudó a Alemania, donde conocía colegas y amigos que se comprometieron a ayudarla por un tiempo. Pero la guerra se extendió y tuvo que solicitar una visa humanitaria. “Solo tenía una maleta y mi cuaderno, y con eso empecé a buscar trabajo. Pero el problema era el idioma, porque no sabía alemán”, asegura la reportera.
Valova envió su currículum a decenas de medios de comunicación y sólo obtuvo una respuesta de Tagesspiegel, un periódico con sede en Berlín. Este lanzó una convocatoria abierta para contratar a cinco periodistas ucranianos que supieran hablar inglés. "Conseguí uno de esos puestos y eso me ayudó mucho", dice. "Ningún otro medio ha hecho algo así. Todos piden germanoparlantes". Por desgracia, ese contrato terminó y ahora sólo trabaja allí de vez en cuando y por menos dinero.
Esta es tal vez una de las barreras más grandes para los periodistas en el exilio. No pueden aplicar a vacantes, porque para llegar a una redacción deben tener, al menos, un nivel C1 (intermedio alto). Eso significa que muchos dejan de ejercer y van perdiendo sus fuentes. “Por desgracia, estar en el exilio significa ser olvidados”, señala Esmad Shukrullah, quien también vive este problema en Alemania.
Hamid Obaidi, fundador de la Organización de Apoyo a Periodistas Afganos (AJSO por sus siglas en inglés), afirma que por esta razón muchos afganos han abandonado el periodismo. “Por ejemplo, los más jóvenes dicen que ya no les gusta ser periodistas. Es comprensible. En Europa han encontrado nuevas oportunidades, fáciles de conseguir. Por eso, algunos se dedican al mundo académico, cursando doctorados o másteres en inglés y trabajan en otras áreas, como el marketing”.
Los periodistas con más de 20 años de experiencia son los más afectados a la hora de buscar otras opciones, porque rehacer sus vidas es más difícil emocional y profesionalmente. Según los casos que han llegado a AJSO, la situación es aún peor fuera de Europa, donde no encuentran apoyo con programas de larga duración para exiliados.
“Tenemos casos de personas que llegaron a lugares como Estados Unidos sin hablar nada de inglés”, dice Obadi. “Después de seis meses tienen que pagar su casa, su seguro y conseguir un trabajo después de haberlo perdido todo. Hoy trabajan en supermercados, lo que supone un reto para ellos. No pueden volver al periodismo. Tienen que vivir de algo”.
3. El deterioro de la salud mental y las amenazas latentes
Todos los periodistas exiliados con los que he hablado para este reportaje han sufrido problemas de salud mental. "Irte de tu país contra tu voluntad es lo peor que te puede pasar", dice Membreño, la periodista nicaragüense. “Es una situación tan triste y angustiosa porque no sabes lo que va a pasar, y es duro despedirse de tu familia, amigos, clima y tradiciones”.
La ansiedad se convierte en una fiel compañera: “He pasado momentos en los que me despierto a las 3:00 de la mañana y digo: ‘¿Ahora cómo voy a pagar el siguiente mes? ¿A dónde voy cuando se acabe el tiempo de la visa de turista?’”, recuerda Juan Luis Font, el periodista de Guatemala, quien se vio obligado a llorar a su madre desde la distancia: “El día más triste de mi exilio fue cuando murió mi madre. Solo pude volver un día a Guatemala para su velación”.
Cada vez que los periodistas se ven amenazados por su trabajo, temen por sus familiares. Como el Ministerio de Cultura afgano tiene en su poder la grabación de las películas de Esmat, por ejemplo, éste teme que esto pueda repercutir en sus seres queridos en su país: "Temo que un día los talibanes entren en mi casa y detengan a mi familia".
A Valova le preocupa la seguridad de su madre, quien reside en Ucrania: "Es difícil llamarla cada vez que oigo hablar de ataques aéreos. Le he dicho que viaje a Alemania, pero, como tantos adultos mayores, quiere quedarse en Ucrania".
Los periodistas exiliados sólo están parcialmente seguros en sus países de acogida. Penelope Winterhager, de JX Fund, afirma que los peligros pueden ser transnacionales para los periodistas y sus familias: “Hay un acoso digital constante, pero también se han visto casos en los que servicios secretos actúan en los lugares donde están exiliados”.
La incertidumbre, la tristeza y la ansiedad pueden provocar enfermedades mentales, dolor físico e irritabilidad y, en muchos casos, deben ser abordados por un profesional al que quizá no todos tengan acceso. “Los primeros meses estaba en estado de shock y deprimido. Por desgracia, no había nadie para hablar de ello”, expresa Shukrullah Esmat. “Escuché una llamada de Zoom de Reporteros Sin Fronteras sobre salud mental. Me ayudó, pero no fue suficiente”.
4. La falta de redes
Los periodistas en el exilio suelen vivir aislados y no se reúnen con otros reporteros de sus propios países que están en circunstancias similares. "La nuestra es una comunidad fragmentada", afirma Membreño. Eso dificulta el camino del exilio y hace que los afectados se sientan aún más solos.
La colaboración y el apoyo estructural son fundamentales para estos periodistas, quienes además de requerir financiación, también necesitan redes y formación. Winterhager, del JX Fund, cree que se necesitan al menos dos años para poner en marcha proyectos periodísticos: el primero para diseñar el concepto editorial y la estructura, y el segundo para ponerlo en marcha.
A medida que aumenta el número de periodistas que se exilian, surgen nuevas redes como AJSO, NEMO y JX Fund. Estas organizaciones tratan de apoyar a los periodistas que quieren continuar su trabajo y alzan su voz para dar a conocer la importancia del periodismo en el exilio.
“Fundamos la red y empezamos a producir un pódcast donde contábamos experiencias comunes. Queremos compartir todo lo que nosotros sabemos para que otros medios en el exilio puedan ser más resilientes y no desaparezcan por falta de información, contacto o apoyo moral”, sostiene Membreño, quien dirige NEMO, hoy formada por cinco medios: El Confidencial de Nicaragua, Meydan TV de Azerbaiyán, Zamaneh Media de Irán, Medusa de Rusia y Democratic Voice of Burma de Myanmar.
AJSO y JX Fund se centran en regiones diferentes. AJSO nació de la preocupación por la crítica situación de los periodistas afganos en el extranjero y la falta de información sobre ellos. AJSO está creando ahora una base de datos para saber cuántos reporteros y medios afganos están en el exilio y cuáles son sus condiciones.
JX Fund se ha centrado en el apoyo a periodistas exiliados de Rusia y Bielorrusia, pero también ha ayudado a periodistas y medios de comunicación de otras 25 nacionalidades. Desde su creación en abril de 2022, 55 medios de comunicación y 1.600 periodistas han reanudado su trabajo gracias a los aportes de JX Fund.
¿Cómo pueden los medios de comunicación que operan desde el exilio seguir siendo relevantes para sus audiencias? “Deben seguir trabajando en temas que siguen siendo importantes en sus países de origen”, dice Winterhager. “Si perdemos estos medios, no tendremos información fidedigna de esos países, y esto está ocurriendo. Lo vemos en Rusia, Afganistán y Bielorrusia”.
Los entrevistados piensan que los gobiernos que creen en sociedades democráticas deberían ayudar a estos periodistas a encontrar lugares seguros y asistencia inmediata. "El simple hecho de ayudarnos con la aprobación de visados es un gran paso", afirma Winterhager. "Pero los gobiernos también pueden dar financiación a los medios de comunicación en el exilio [de una manera en la que] no influya directamente en la producción de contenidos".
Cuando se produce una gran crisis, todo el mundo está dispuesto a apoyar, dice Membreño. Pero con el tiempo, el autoritarismo se normaliza y es mucho más difícil que los periodistas reciban ayuda. Por eso cree que necesitamos una mentalidad diferente, tanto en las organizaciones sin ánimo de lucro como entre las audiencias, para que cualquier soporte sea permanente y sólido.
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