En los mercados que cubrimos, más de la mitad del público muestra inquietud en torno a qué es verdadero y qué es falso cuando se trata de las noticias online. Más del 40% de los encuestados se declaran preocupados incluso en Dinamarca, Alemania o los Países Bajos, lugares que cuentan con medios relativamente sólidos, ampliamente consumidos y fiables, instituciones políticas razonablemente estables y un Estado de Derecho. En Estados Unidos, por ejemplo, la cifra es muy superior. En este escenario, ¿qué hace la gente cuando ve una información importante, sospecha que puede ser falsa o engañosa y quiere chequearla?
Este año a nuestros encuestados les preguntamos justamente eso: cómo proceden normalmente cuando deciden comprobar algo. Los datos (sujetos a sesgos de deseabilidad social) no siempre coinciden con el comportamiento real. Muchos sobrestimamos la frecuencia y la minuciosidad con que verificamos las cosas. De todos modos, los sondeos proporcionan evidencias útiles sobre cómo piensa la gente a la hora de lidiar con información online potencialmente problemática. Y estos datos, a diferencia de otros que a menudo carecen de contexto (por ejemplo, los de comportamiento), pueden ayudarnos a comprender las reacciones del público cuando ve algo relevante que sospecha puede ser desinformación, y a identificar las prácticas de chequeo, tanto a nivel individual como nacional.
Entender a quién recurre la gente es importante porque la investigación académica ha documentado que si confía en los medios tiende a estar más informada y, en algunos casos, es más resiliente ante la desinformación (Altay y otros, 2024). Y además, los ciudadanos suelen prestar atención a la verificación y a otras formas de información objetiva, incluso cuando éstas desafían sus posiciones ideológicas (Porter y Wood, 2024). En cambio, otras fuentes pueden no ayudar a contrarrestar la desinformación, e incluso a veces refuerzan creencias erróneas y narrativas engañosas. Por lo tanto, es crucial saber dónde acude el público en caso de duda.
Los medios de confianza constituyen la vía de verificación más mencionada
Cuando les preguntamos cómo intentan normalmente comprobar una información que sospechan falsa o engañosa, una considerable minoría de encuestados (13%) dicen no saber. Pero una gran mayoría identifica al menos un lugar al que puede recurrir y, en muchos casos, dos o más. Las opciones más nombradas son las fuentes informativas de confianza, las fuentes oficiales (como los sitios web gubernamentales) y los motores de búsqueda.
También se mencionan con frecuencia los sitios dedicados a la verificación, aunque por lo general no tienen ni de lejos el mismo reconocimiento de marca ni el alcance de los principales medios. Esto indica que, en momentos de duda, desempeñan un papel que va mucho más allá de su audiencia cotidiana, usualmente muy limitada, a pesar de los conocidos retos que supone hacer un chequeo específico para un público específico que ha visto una afirmación falsa específica (Guess y otros, 2020).
Desde el punto de vista de los medios, la buena noticia es que las fuentes informativas de confianza son la opción más elegida. La noticia más sombría es que el 62% no piensa en los medios como el primer lugar al que acudir. Cuando se trata de motores de búsqueda, redes sociales o plataformas de video, que sirven principalmente contenidos de otros, preguntamos a la gente qué tipo de fuente buscan en los resultados o feeds.
Los medios tradicionales y los periodistas figuran entre las alternativas de mayor confianza: el 26% de quienes usan la búsqueda destacan a los medios y lo mismo hace el 30% de quienes van a las plataformas. (Si combinamos ambos grupos con quienes recurren directamente a las fuentes tradicionales, el 43% confía en los medios).
Pero cuando se trata de plataformas, las más mencionadas son las fuentes oficiales (incluidos los sitios web gubernamentales), mientras que otras opciones se señalan al menos tanto como los medios: en las búsquedas son los verificadores, Wikipedia y las páginas especializadas o los expertos, y en las plataformas son casi tan nombrados los medios alternativos, los expertos, Wikipedia, los verificadores y las personalidades online.
Por consiguiente, los medios tradicionales también desempeñan un papel relevante cuando la gente busca chequear información en los motores de búsqueda, en las redes sociales o en las plataformas de video. No obstante, en estos espacios hay muchas otras fuentes que también eligen.
Las acciones de verificación difieren según la edad y los ingresos
Una de las ventajas de los datos de encuestas es que pueden colaborar para comprender diferencias entre grupos demográficos y políticos. Algunas de las más notables giran en torno a la edad, los ingresos y la orientación política.
Por ejemplo: los jóvenes de entre 18 y 34 años suelen confiar en las mismas fuentes que los mayores de 35, pero son mucho más propensos a confiar en los comentarios de otros usuarios, en las redes sociales y en los chatbots de IA.
Los jóvenes nombran a los medios, las fuentes oficiales, los motores de búsqueda y los verificadores con la misma frecuencia que los mayores, pero tienden a mencionar algunas de las otras alternativas. Esto puede indicar formas complementarias de concebir la confianza (por ejemplo, horizontalmente y en términos de afinidad tanto como en términos de instituciones) y también una mayor comodidad y dependencia rutinaria de las plataformas digitales y las nuevas tecnologías.
La educación también tiene correlación con las diferencias sistemáticas. Mientras que los jóvenes son más propensos a confiar en fuentes que generan escepticismo en muchos mayores, las diferencias son de otro tipo al poner la lupa sobre la formación. En comparación con quienes cuentan con alto nivel educativo (33% de los encuestados), las personas con baja educación formal (21%) son mucho menos propensas a recurrir a los medios, las fuentes oficiales, los motores de búsqueda o los verificadores. También muestran más tendencia a no saber dónde acudir y, cuando nombran algún sitio, probablemente se trate de una sola opción. Los patrones vinculados a los ingresos son muy similares. Queda claro que muchas fuentes que pretenden ser confiables no llegan a los menos privilegiados tan bien como sirven a los más privilegiados.
La orientación política y las prácticas de verificación
También existen diferencias políticas en torno a quién recurre la gente cuando quiere chequear algo. Tal como sucede con los ingresos, en este caso tampoco se trata de mayor preferencia por fuentes específicas, sino de menor propensión a confiar en algunas de las opciones planteadas. En concreto, la gente de derechas es menos propensa a acudir a verificadores, a fuentes oficiales o a Wikipedia.
Como suele ocurrir, las diferencias en el espectro izquierda-derecha no son las únicas de índole político, y ni siquiera son las más pronunciadas. La gran cantidad que dice no saber cuál es su posición política – lo que suele indicar una sensación de distancia, desvinculación o incluso alienación con respecto a las formas convencionales de política, denominado a veces la “otra división” (Krupnikov y Ryan, 2022) – también tiende a mencionar un conjunto distinto de acciones para chequear. Este grupo representa el 20% de los encuestados (supera al de izquierdas y al de derechas, ambos con 15%) y tiene más del doble de probabilidades de indicar que no sabe cómo proceder: 29%. Estas personas, además, son muchísimo menos propensas a recurrir a cualquiera de las fuentes que destacan los encuestados en general, con la excepción parcial de opciones menos institucionales y más horizontales de posible validación: un conocido en quien confían, las redes sociales o de video, y los comentarios de otros usuarios.
La confianza en las noticias y cómo verificamos
Ya se ha demostrado que la confianza en las noticias, por muy subjetiva que sea, influye en las fuentes periodísticas en las que confía la gente y en cómo procesa la información (Ejaz y otros, 2024). También se vincula a las prácticas de verificación, según nuestros datos. Y podemos documentarlo a nivel individual de los encuestados, en todos los países, y en términos de qué fuentes destacan.
A nivel individual, quienes confían en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo son más propensos a acudir directamente a las fuentes periodísticas para verificar información potencialmente problemática. También tienden a mencionar a los medios tradicionales entre las fuentes que eligen cuando usan motores de búsqueda, redes sociales y plataformas de video.
La confianza no sólo se manifiesta a nivel individual: también se evidencia al observar entre países. Si comparamos el porcentaje de encuestados en cada país con el porcentaje de quienes optan por las fuentes periodísticas para comprobar algo, detectamos dos grupos. En un extremo, lugares como Dinamarca, Finlandia y Suecia, que tienen una confianza relativamente alta en las noticias, donde aproximadamente la mitad acude a los medios. Y en el otro extremo, países como Francia, Italia y España, con niveles más bajos de confianza, donde menos gente recurre a la prensa.
En cuanto a qué fuentes periodísticas se eligen, nos han aportado ejemplos concretos. La lista de las diez marcas más nombradas en un conjunto de cuatro países da una idea sobre cómo se orienta la gente. Dinamarca y el Reino Unido tienen sistemas mediáticos centrados en una cantidad limitada de medios nacionales, pero los daneses muestran confianza generalmente alta y los británicos, algo más baja, mientras que Alemania y Estados Unidos tienen sistemas mediáticos con más competencia y una larga tradición de estructuras federales, pero los alemanes muestran confianza relativamente alta y los estadounidenses, baja.
En los casos de Dinamarca y el Reino Unido, sobresalen tres aspectos: en primer lugar, el papel absolutamente central de las emisoras de servicio público (DR y TV2 en Dinamarca, BBC y Channel 4 en el Reino Unido) y los medios que deben operar con imparcialidad (ITV y Sky en el Reino Unido).
En segundo lugar surge el destacado rol de los periódicos de alta gama, en los que suelen confiar incluso quienes no simpatizan con su línea editorial. Y en tercer lugar, la ausencia de marcas populares como Ekstra Bladet en Dinamarca y MailOnline en el Reino Unido, que son ampliamente consumidas pero a las que gran parte del público ve con cierto escepticismo.
El panorama en Alemania luce similar en algunos aspectos: los medios públicos ARD y ZDF son las fuentes más citadas, los periódicos prominentes asumen un papel relevante y Bild se halla ausente, a pesar de su considerable alcance. De cualquier manera, al igual que el sistema mediático en general, la atención está menos concentrada y hay una larga lista de alternativas que incluye varios títulos locales y regionales.
Por último, la situación en Estados Unidos se caracteriza por la polarización asimétrica, un rasgo que define a la política de ese país y su consumo de medios. Existen opciones periodísticas tradicionales en televisión, diarios de alta gama y la emisora pública NPR que se destacan, pero acompañadas por Fox News, una cadena que se consume ampliamente (sobre todo, por el público de derechas) y que a varios genera desconfianza (en el centro político y en la izquierda).
Conclusión
En líneas generales, nuestros datos ayudan a comprender mejor qué hace la gente cuando ve algo importante en las noticias online y sospecha que puede ser falso o engañoso. Si bien los sondeos tienen sus limitaciones, la encuesta de este año proporciona algunas claves sobre dónde va el público cuando quiere verificar. La mayoría identifica dos o más fuentes a las que puede recurrir, y los medios de confianza suelen ser una de las más nombradas, o la más nombrada.
Aun así, muchos encuestados no acuden a la prensa, y los menos propensos a hacerlo son quienes tienen niveles más bajos de educación y quienes están más desvinculados de las formas convencionales de la política.
Y las fuentes oficiales (como los sitios web gubernamentales) suelen ser tan fiables para la audiencia como los medios. Por supuesto, los periodistas también consultan esas fuentes para chequear información, y en muchos casos y contextos es bastante sensato que los ciudadanos hagan lo mismo. Además, las fuentes oficiales a veces no son intermediarios honestos (e incluso pueden desinformar), y en cualquier caso es un recordatorio de cómo ha cambiado el papel de los medios y cómo las fuentes oficiales ahora dependen mucho menos de la prensa para conectar con los ciudadanos.
Por último, nuestros datos indican que la confianza en las noticias es un factor que influye en el modo en que la gente lidia con la información potencialmente problemática. Tanto en lo individual como en cada país, quienes tienden a confiar en las noticias en general son más propensos a recurrir a las fuentes periodísticas. Y, salvo en entornos más polarizados como Estados Unidos, los medios que gozan de alta y amplia confianza, sobre todo los de servicio público, son referencias relevantes para saber exactamente dónde la gente dice que verifica aquello que le preocupa.